Un momento con Alfredo Cardona Chacón (II)
Gerardo Valdivieso Parada
Después de contar anécdotas familiares de cómo su padre Alfredo Cardona Peña y el arquitecto Lorenzo Carrasco trataron de interceder por Siqueiros ante su inminente encarcelamiento por orden del presidente Adolfo López Mateos, como la de hablar con el juez Bernabé Henestrosa, hermano del escritor Andrés Henestrosa, para que la sentencia del muralista no fuera tan alta. También los esfuerzos de la pareja de Siqueiros, Angélica Arenal, para convencer a Andrés Henestrosa para tener un acercamiento con su hermano, esto ante la presencia de Alfredo Cardona Peña, el escritor de Ixhuatán consintió aduciendo “con el riesgo de que me miente la madre”. Al final el pintor estuvo en la cárcel exactamente el tiempo que le faltaba a López Mateos para terminar su sexenio, ya que su sucesor Gustavo Díaz Ordaz indultó a Siqueiros:
“Cómo es la ironía de la vida y de la política, el que lo sacó fue Gustavo Díaz Ordaz, el más hijo de la chingada, el de la matanza de Tlatelolco. Acababa yo de entrar en la Esmeralda, en ese entonces no se pedía prepa, iba yo a cumplir 16 años. En mi salón estaban Juanito de la Rosa, Fidel Padilla, Gilda Solís, éramos unos chamaquitos que cuando salió Siqueiros de la cárcel nos cooperamos para comprarle unas flores, obviamente rojas, lo fuimos a ver al Castillo de Chapultepec donde había dejado inconcluso su mural. Hay una foto donde estamos jovencitos y él hablando como si fuera Moisés y nosotros sus discípulos. Siqueiros es un impresionante pintor de caballete, es más, hay obras superiores a las de los murales, fue con el que hizo más dinero, como El Cristo, que alguien le regaló al Papa. Su obra de caballete es espléndida.”
Gerardo Valdivieso.- Con Diego Rivera también se llevó su papá, recuerdo un libro “El monstruo en su laberinto”…
Alfredo Cardona.- Mi papá tuvo más amistad con Diego que con Siqueiros. Su relación inició desde que era periodista de El Nacional, le hizo varias entrevistas y tuvieron una gran amistad. Tengo el libro con las obras completas de Diego Rivera, con una gran dedicatoria a mi padre, afectuosísima. Tengo cuatro cartas de Borges, tres de Gabriela Mistral, de Pellicer, de Luis Cardoza y Aragón, de Miguel Ángel Asturias, toda esa gente quiso a mi papá. Él inmortalizó a Juchitán en sus poemas.
G.V.- ¿Cómo se conocieron sus papás?
A.C.- Los Cardona son de Costa Rica, intelectuales, famosos por ser músicos, filósofos, escritores, pero sin un quinto, en cambio los Peña que son de El Salvador esos eran millonarios porque tenían cafetales. Entonces mi abuela, la mamá de Cardona Peña, salvadoreña, su cuñado fue embajador de El Salvador en Costa Rica, y ella salía de compras en Costa Rica y ahí conoció a mi abuelo, el Cardona, hermano de Rafael Cardona que fue periodista en la época de Cárdenas de El Nacional, y desafortunadamente nieto de un hijo de la chingada que es mi primo que se llama Rafael Cardona que es un culero chayotero, famoso, consentido de Televisa. Se casa mi abuela con Jorge Cardona, papá de Alfredo Cardona Peña, muere mi abuelita después, decía mi papá de una enfermedad romántica, de tuberculosis y él se queda sin mamá a los cuatro, cinco años. La hermana, la esposa del embajador se regresó a El Salvador cuando su esposo el doctor Castro Ramírez había terminado su función, y mi abuelo no quiso que se lo llevarán y se quedó en Costa Rica en dónde había una pobreza terrible, me decía que le daba pena ponerse unos tenis que le mandaba su tía porque todos los niños estaban descalzos, estamos hablando de los años 20 cuando proliferaba el cólera y la tuberculosis. Cuando él estaba en la secundaria la tía regresó a buscarlo porque sabía que estaba en la pobreza. Llegó en un carrazo a preguntar por mi papá y encabronada con mi abuelo, porque aún era un joven ferrocarrilero y andaba en el desmadre y dejó a mi papá con sus hermanas. Cuando vio a todos los niños descalzos se puso a llorar y les compró zapatos a todos, para después llevarse a mi papá al Salvador. Ahí inicia su pasado burgués porque cuenta que de aquella pobreza pasó a cambiarse de vestuario tres veces al día, el primero en la mañana para desayunar, al mediodía, comían a la carta, los meseros de guantes, como en las películas. Terminando el bachillerato lo mandaron a México, para esto tuvo un tío el general Napoleón Peña, que fue uno de los que inspiró un personaje de la novela la Sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán, que se opuso a Calles y como a todos ellos, como aparece en la novela, los mandaron a matar. El tío tenía mucho dinero, su casa estaba en contra esquina del Sanborns de Reforma, en donde ahora hay un edificio. Había otro hermano que era Joaquín Peña que tuvo que salir huyendo a Estados Unidos, porque también lo iba a matar. Regresó cuando subió Cárdenas al poder y junto con Marte R. Gómez lo protegieron, porque su hermano el general Napoleón Peña no quiso revelar los nombres de los que se oponían a Calles, aun cuando le dijeron que iban a respetar su vida y sus propiedades si delataba a sus compañeros, claro entre ellos estaba el propio Cárdenas. Por eso encumbraron al hermano a través de obras con el gobierno. Fue asociado del Cine Opera en la que tenía billares. La tragedia de mi papá es que lo mandan a estudiar leyes bajo la protección de su tío Joaquín. Él no quería estudiar leyes, pero el tío lo metió a chingadazos. Ya en la universidad, en el mismo salón, estaba Nazario Chacón Pineda, que también no quería ser abogado. Ahí se conocen los dos, los dos no querían estudiar leyes y los dos querían ser escritores. No iban a la escuela se iban de pedos los cabrones, hasta que el tío lo corrió de su casa. Me cuenta él que se tuvo que quedarse a dormir tres días en una banca del jardín de Santa María. Hasta que un día le dan una patada, era un militar con un jeep que venía de parte del tío que lo mandó a traer para decirle: “me dices que quieres ser escritor, esa es cosa de putos hijo, cómo va a ser puto, ¿eres puto? Dímelo” todo eso me lo contó papá. Su tío trató de convencerlo de convertirse en abogado para volver a El Salvador y administrar el poder que tenía la familia allí y él no quiso. Para no dejarlo volando lo llevó al primer periódico que vio que era La Prensa, sin conocer siquiera al director, porque en aquella época los militares eran los que mandaban, se presentó como coronel del Estado Mayor Presidencial y le dijo al director que le diera a mi papá un puesto de periodista, el más bajo con un sueldo semanal. Dice que empezó de periodista de nota roja, andaba en una ambulancia cubriendo atropellados. Luego pasó al Novedades, ya después empezó a hacerse un nombre como crítico literario. Tuvo una relación con María Elena Mondragón ella tendría 35 años y él como 24. Pero él era uña y carne con Nazario desde siempre. Iban a casa de Frida Kahlo que adoraba a Nazario, porque la abuelita Margarita le hacía un ungüento mentolado que hacían antes las paisanas, Nazario iba a sobarle la cadera, iba de La Normal hasta Coyoacán en aquellos trenecitos. Una vez que hubo una fiesta en la casa de Diego Rivera de tres días, se fueron bien crudos a dónde vivía mi papá con la mujer un penthouse por Reforma. Estaban crudísimos, decía mi papá “no teníamos saliva, escupíamos aserrín pedazos de madera”. Traían puros cheques del gobierno, y en esa época los bancos no habrían los sábados, entonces Nazario dijo “cumple años mi papá y va haber tamales y va haber copa ahí nos la curamos, además va estar Andrés Henestrosa” que entonces andaba con la madrina Alfa la hija de don Herón Ríos. En ese entonces mi abuelo Martiniano era director de colegio Willian’s de Mixcoac donde iban los ricos de la época, un internado de lujo. Llegaron a la fiesta y ahí estaban tomando, mi papá llegó con la señora con quién andaba, y ahí vio a mi mamá, dice que le ofreció una copa y ahí ya ¡pam! Dice que la mujer le dijo a papá “te gustó la muchacha ¿verdad?” y le dijo mi papá “con esa mujer me voy a casar” y ella consintió “con esa mujer te vas a casar” y ahí empezó todo.
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