Tuvo una intensa vida física, psicológica y espiritual: Ojeda Márquez sobre Lona Reyes
- El padre obispo cumpliría 99 años
Gerardo Valdivieso Parada
Juchitán, Oax.- Hoy cumpliría 99 años de edad el que fue obispo de la Diócesis de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes, los hubiera cumplido porque venía de una familia longeva, pero murió en el área COVID-19 de la unidad médica en donde se encontraba luego de más de dos semanas de estar hospitalizado, ingresado inicialmente por un dolor de la columna.
En la víspera el obispo Crispín Ojeda Marquez había pedido a través de una carta a los sacerdotes y laicos de la diócesis que aplicaran todas las misas del Día del Señor por él “por su gran amor a la vida” y por los días difíciles últimos “Don Arturo nos está dando una vez más un ejemplo de su potente vigor, de su intensa energía física, psicológica, y espiritual que ha caracterizado su vida”.
Ojeda Márquez resumía así la obra del obispo de los pobres que lo largo de casi 50 años, en el 2021 hubiera celebrado “sus bodas de oro episcopales”, logró una obra enorme que abarcó la totalidad de su diócesis no solamente formó espiritualmente sino siguiendo la línea de la teología de la liberación formó materialmente.
Al recibir su encargo como obispo de la diócesis llegó joven, comparado con los obispos que lo precedieron, a los 45 años, por eso recordaba con orgullo llegar a las comunidades más apartadas de la selva de los Chimalapas a caballo.
El obispo de los pobres no sólo se condolió del abandono e injusticia en que vivían las comunidades de su diócesis, se puso a trabajar para liberarlos de su pobreza ya que según la teología esta condición es antievangélica y significa la muerte temprana e injusta, por eso trabajó efectivamente a anunciar el evangelio que es anunciar el reino de vida plena y total para los desposeídos.
De ahí que los organizó para liberarse de sus opresores, como los campesinos de la montaña que cultivaban el café y que los explotaban los coyotes que acaparaban sus productos y no les permitían comercializarlos, de su intervención surgió la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), el ejemplo mejor de éxito de organización indígena que ahora exporta su café de calidad.
No se mantuvo neutral ante la injusticia hacia las organizaciones sociales, de su intervención como diócesis para defenderlos ante la represión del estado surgió Centro De Derechos Humanos Tepeyac, y el que se le considerará por el gobierno y el partido en el poder de entonces un “obispo rojo” e iniciaran las amenazas y los atentados en su contra, a veces esas amenazas llegaban hasta las puertas del obispado en Tehuantepec.
Trabajó en todos los frentes: en lo educativo con el proyecto Marista, en la salud con Centro Popular de Apoyo y Formación para la Salud (CEPAFOS), en la ecología, y dentro de su iglesia organizó a sus catequistas y fieles en la Comunidades Eclesiales de Base (CEBs).
Nunca pareció un obispo en la formalidad de la vestimenta, durante mucho tiempo lo caracterizó su pantalón de mezclilla, la camiseta y una cruz de madera. Siempre se consideró igual a sus sacerdotes como obispo jamás permitió que le besarán el anillo episcopal.
En las ceremonias tampoco utilizó la vestimenta eclesial que redujo al mínimo, así como abreviaba los ceremoniales de la liturgia, sus homilías era como su hablar diario: sencillo y de los problemas cotidianos aderezados por su humor, ya que centraba su preocupación de hablar de Dios desde el sufrimiento de los mas pobres.
Sobrevivió a cinco Papas, fue consagrado obispo por Paulo VI el 15 de agosto de 1971. Durante el pontificado de Juan Pablo II que desconfió de la Teología de la Liberación, y aunque el obispo recordaba que el pontífice veía de forma positiva su trabajo en su diócesis, no lo fue el de la curia romana que lo obstaculizó.
A través del representante del Papa en México en ese entonces Girolamo Prigione, se le atacó y no se le permitió exponer sus quejas ante el Papa. La curia trató de desarticular el trabajo del obispo de los pobres en la Diócesis de Tehuantepec imponiéndole al cumplir 75 años, en vez de un Obispo auxiliar que era costumbre y envió a un coadjutor con todas las facultades y al monseñor Lona se le condenó al ostracismo en su propia Diócesis.
En las cartas enviadas desde el Vaticano a Lona Reyes se le ordenó guardar silencio al acatar “el secreto pontificio” mientras llegaba el coadjutor Monseñor Felipe Padilla Cardona que durante su gestión, hizo muchos cambios para combatir el legado de Arturo Lona Reyes.
Ya como obispo emérito siguió visitando las comunidades del istmo, preocupándose y ocupándose de sus problemas, mientras llegaban y se iban otros obispos, el siguió siendo para las comunidades el “padre obispo”.
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