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Los cirios y las almas

Los cirios y las almas

Gerardo Valdivieso Parada

Próspero Aquino hizo honor a su nombre y fue una persona próspera para su tiempo. Tuvo un taller de sastrería en dónde contrató a varios dependientes que operaban sus máquinas de coser. Además se dedicó a vender velas, comercio que lo acercaba al templo de San Vicente Ferrer por dónde tenía su casa en la Quinta Sección. Le quedaba cerca el cuartel Carlos Pacheco que estuvo entre su casa y la iglesia. Educado en las formas nobles de los zapotecos, saludaba a todo mundo y era dulce en el hablar. Por ese carácter afable se hizo amigo del coronel encargado del batallón establecido en el cuartel.

Cercano al día de muertos, don Próspero vendía sus velas. Al ofrecerle sus cirios a su amigo el militar, bromeó al decir que no creía en la celebración que sólo servía para hacer negocio con cirios y veladoras. Ambos rieron de buena gana. Al despedirse Próspero le dijo al militar que se asomara a media noche desde las troneras del cuartel a la iglesia el último día de todos santos, reiterándole que podría adquirir los cirios en su casa a la hora que quisiera.

Después de la media noche el coronel tocó a la puerta de próspero para comprar sus cirios. Contó que como no podía dormir subió al techo del cuartel a la media noche como le recomendó su amigo. Vio un río de luz que se dirigía hacia la puerta abierta del templo de San Vicente Ferrer. La serpiente de luz era una hilera de almas que regresaban de su visita a sus hogares se fijó el militar. Todos venían gozosos después de disfrutar de las ofrendas guiándose con la luz de los cirios que portaban. Hasta el final de la comitiva de almas iba una anciana severa y triste, no llevaba nada en las manos peo regresaba apesumbrada. El militar aguzó la vista para verla mejor. Era su madre.

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