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El olvidado bastón de mando en los pueblos zapotecos del Istmo

El olvidado bastón de mando en los pueblos zapotecos del Istmo

Gerardo Valdivieso Parada

Juchitán, Oax.- “La vara soy yo” decía el alcalde don Catarino al resolver un conflicto en el pueblo sin tener el bastón de mando en la mano, el personaje era representado por Joaquín Pardavé en una escena final de la película La Sandunga, producida en 1938 y protagonizada por Lupe Vélez y el jovencísimo Arturo de Córdova.

Dirigida por Fernando de Fuentes la película se escenifica en “un pueblo del Istmo de Tehuantepec” dice el aviso de la primera escena. El alcalde Don Catarino depende tanto de su bastón que se siente desnudo al salir sin ella a la calle, como le confiesa a su secretario antes de meterlo a la cárcel pues en una borrachera lo había empeñado en la cantina.

Como en todavía en varios pueblos indígenas de Oaxaca, en los pueblos del Istmo se acostumbraba que la autoridad portara como símbolo de su estatus el bastón de mando.

En el pasado reciente el entonces presidente municipal, Martín Vásquez Villanueva, volvió a portar el bastón con listones tricolores por recomendación del historiador Mario Mecott Francisco, una práctica que no fue recogida por las siguientes autoridades de Tehunatpec.

En lo que fue la Asamblea del Pueblo Juchiteco hizo el esfuerzo de rescatar el bastón de mando a través de la memoria del viejo pescador Roberto Regalado López, cuando en ningún otro municipio zapoteco importante del Istmo ha volteado hacia el bastón de mando.

Benito Juárez, que estuvo tan alejado del pensamiento indígena cuando fue autoridad, tuvo como único vestigio de su ser indígena su apego al bastón, el historiador Vicente Quirarte dice en la conferencia “Benito Juárez, el héroe en la imaginación creadora” que al Benemerito “le encantaba el mando, el bastón de Juárez era como la vara de mando del indígena atávico que habitaba en él, nunca soltaba su bastón”.

El historiador refiere que en Zacatecas cuando el general conservador Miguel Miramón estuvo a punto de atraparlo, Juárez salió corriendo de donde se hallaba y sólo se arriesgó a regresar para rescatar su bastón.

El respeto al bastón se sigue conservando en algunos pueblos huaves, en donde el alcalde al rendir protesta también recibe un bastón nuevo. En otros pueblos zapotecos se sigue considerando como un símbolo sagrado, como el caso de San Baltazar Guelavila en donde el agente municipal fue a dar a la cárcel al saberse que se había rascado la espalda con su bastón de mando.

En la memoria de los viejos quedó la anécdota del que fue presidente municipal de Juchitán, Manuel Musalem Santiago, quién ascendió al poder sin ser candidato, sino su cuñado Alejandro López que contendió bajo las siglas del PPS, quién fue imposibilitado para el cargo por un viejo resentimiento con el gobernador Fernando Gómez Sandoval.

El que sí tenía las simpatías del gobernador era Musalem, que cultivó la amistad con el poderoso, cosa curiosa, al venderle en las mañanas pescado fresco venido de la entonces productiva Laguna Superior, por lo que lo nombró presidente municipal. La transa política enfureció a los aliados de López, entre ellos el Frente Único

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