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EL REGRESO

EL REGRESO

Guillermo Petrikowsky Reyes

Hegart tenía la costumbre de utilizar su sensoestro todas las noches. Tomaba su casco cerebral, lo conectaba a la computadora, introducía el sensodisquet y pensaba sus historias. El lasser trabajaba al ritmo de su pensamiento y así, a temprana hora, el material estaba listo. De la terminal de la computadora, los impulsos pasaban a la computadora master y, en cuestión de segundos, sus millones de sensivolectores gozaban de sus obras.

Durante muchos años había trabajado así.

En ocasiones, dormía con el casco puesto y grababa sus sueños. Al despertar, sentía una serie de historias excesivamente fantásticas. Si no le complacían, optaba por borrarlas y pensaba algo mejor que gustara a su público.

Una de las pocas veces que salió al mundo exterior, al pasar por una rara especie de bazar, se puso a buscar algo que le sirviera de tema en su trabajo.

De entre el montón de cosas, un senso disquet sobre la historia de la literatura llamó poderosamente su atención. Lo compró y por la noche lo insertó en su máquina. En la pantalla monitora aparecieron signos que no pudo entender. Recurrió entonces a la computadora maestra y solicitó la información necesaria. Al día siguiente ya sabía leer aquellos signos, llamados letras.

Se enteró también que alguna vez, hacía millones de años, la humanidad ocupó estos signos para comunicarse, auxiliados por extraños aparatos mecánicos. Se interesó por el asunto y con paciencia y ayuda de expertos, se construyó una. Listo el instrumento, lo llevó a su casa. Por la noche, una vez capacitado para poderla manejar, comenzó a operarla. Un placer indescriptible inundó su ser cuando los dedos de sus manos comenzaron, uno tras otro, a tejer el texto. Habla reinventado la máquina de escribir

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