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La cantina de Juan Xtubi

La cantina de Juan Xtubi

Gerardo Valdivieso Parada

El pintor y trovador Nicandro López Vásquez me invitó a la cantina de Víctor Huavi en la Séptima Sección, bajo el argumento interesante que el dueño de aquel diminuto lugar repleto de objetos pegados y colgados en todo el local había conocido a Juan Xtubi. Fuimos varias veces dónde hacen esquina Constitución y Melchor Ocampo – Carta Magna y uno de sus principales hacedores me quedaron en la memoria- sin que Víctor Huavi aportara un solo dato sobre el autor de Guendanabani, aunque rasgó alguna vez su guitarra. Seguí acudiendo al lugar con el poeta José Alfredo Escobar después de nuestros talleres de poesía, sin ninguna esperanza que Víctor Huavi contara algo de Juan Xtubi. Dejamos de frecuentar el lugar porque además de sus caldos, camarones y exquisita ubre frita, Víctor Huavi nos cobraba de más. Luego el pequeño y escondido local se volvió asiduo de jóvenes artistas, poetas, fotógrafos, periodistas, cineastas, que filmaron y retrataron hasta el último rincón de la cantina. Lo de cobrar de más no se le quitó al viejo tabernero, que cuentan que una noche una comensal ya con varias encima le dio un certero botellazo en la cabeza para que se le quitara lo cobrón.

El que sí me contó de Juan Xtubi fue el compositor y trovador juchiteco, Jesús Henestrosa “Chu Yodo” y de su cantina además del pez llamado Benda Bi’cu (pez perro). Sobre este pez haré una digresión antes de seguir con el relato de Chu Yodo. En una ocasión un amigo de Santa María Xadani, “Tinu Bendabidxi” (Florentino pescado oreado) nos invitó a pescar a la laguna superior, a Mario Pérez se le ocurrió llevar una veladora para poner bajo la cruz ubicado en la playa. La pesca fue tan buena que entre los peces, las jaibas y los camarones, apareció el mítico pez perro. Tenía una enorme cabeza y una gran boca repleta de agudos dientes, Tinu dijo que cuando este animal muerde causa gran daño porque como ciertos perros de pelea ya no suelta su presa. De regreso a la casa de nuestro anfitrión, cocinó los primeros camarones en limón para que nos entretuviéramos mientras se preparaba un caldo con todo lo obtenido en la laguna. El caldo más delicioso resultó de la mezcla de tomate, cebolla, harto epazote y toda la fauna marina incluido el pez perro que descabezado ofreció su blanca y abundante carne.

Volviendo con el autor de Xhunaxhi Xtinne’ (virgen mía), me contó frente a unas cervezas bajo la fresca palapa de La Choza que llegó a la cantina del autor indiscutible de Bacaanda. Ahí le contó un incidente inaudito de intoxicación con el pez perro. Dijo que por azares del destino le fueron a regalar un pez perro para que hiciera un caldo y lo ofreciera de botana. Limpió el pescado de escamas después de cortarle la monstruosa cabeza, le apartó los intestinos y finalmente echarle los condimentos a la olla. Cometió el error de agregar la cabeza para un sabor mas intenso pero con funestas consecuencias. Vinieron los asiduos a la casa que hacía de cantina a jugar baraja mientras hervía el caldo. A punto de servir le surgió “un mandado” cerca. Sirvió antes de irse. Aseguró que minutos después regresó y vio a los amigos que habían probado el caldo de pez perro en el suelo, en cuatro patas, unos aullando, otros ladrando y otro más mordiendo el talón de su compañero. Eso me dijo que le contó Juan Xtubi, Chu Yodo.

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