Los xuaana’
Evocaciones de Antonio Santos Cisneros
¡Ah! Laani ndi’ nga yanna, dxana’ xuaana’.
¡Ah! Esto es ahora, señor principal.
Libana/Sermón zapoteco
En su traducción al poema “Elegía por una dama de la corte” del escritor japonés Kakinomoto No Hitomaro, Víctor de la Cruz nos presenta el título en zapoteco como Diidxa’ nabana’ ra guti’ ti guna xheela xuaana’. Atreviéndome a traducir literalmente de nuevo esta frase diría: “Elegía por una mujer esposa del Principal”. Al no haber una palabra para “corte” el traductor nos acerca, con su conocimiento de la historia, a la definición en la lengua za de la palabra, al incluir la figura que sobrevive hasta la actualidad de la estructura de poder del antiguo reino zapoteco: el xuaana’.
El nombre dado a los nobles del antiguo Japón es daimyo “gran hombre” en japonés, ya sea como señores feudales dueños del poder representado por el sogun o como nobles cuya familia pertenecían cautivos en la corte del emperador para asegurar la lealtad a los dictadores, esta es la denominación de la clase que luchó por el poder durante el Japón antiguo antes de la instauración de la era Meiji, época en que Japón se incorporó a la modernidad occidental.
En el poema el escritor nipón expone su pena por la muerte de una dama, esposa de un daimyo que vivía en la corte del emperador. El traductor emparenta a los daimyo, los administradores del poder político y económico en la época del poeta traducido, con los xuaana’ los administradores de los Goqui, los gobernantes regionales supeditados al poder del goquidó’ o rey o emperador zapoteco.
Basándonos en esta traducción podríamos decir que los xuaana’ eran los nobles o los caballeros en el antiguo reino zapoteco.
En Juchitán el xuaana’ fungió como sacerdote que celebraba la ceremonia de bodas después de ser sancionado por la Iglesia Católica, de ahí que todavía sobrevivan los sermones matrimoniales zapotecos. En la actualidad algunos xuaana’ en ocasiones excepcionales recitan el libana solamente cuando alguna familia los contrata y pide que se recite el sermón, pero en general en las bodas juchitecas el xuaana’ ha sido relegado.
En Tehuantepec la antigua capital del reino zapoteco la figura del xuaana’ pervive como auxiliar religioso, sus funciones, su autoridad moral para administrar justicia en el barrio y en la familia en el pasado reciente, lo rememora en esta entrevista Antonio Santos Cisneros, uno de las personas con más conocimientos sobre la cultura de Tehuantepec.
La entrevista se realizó a propósito de la ceremonia anual del traspaso del incensario y las llaves de los xuaana’s de los 14 barrios de Tehuantepec.
Gerardo Valdivieso.- ¿Explíquenos cómo se desarrolla esta ceremonia de los xuaanas con el incensario?
Antonio Santos.- El día 31 de diciembre como las once y media, empiezan a incensar por orden en el tiempo de xua’na, por ejemplo si hay un xua’na joven pero que fue principal más antes que un xua’na que es mayor de edad, este tiene que respetar al joven porque este fue nombrado xua’na antes que él; así se maneja el respeto. Empieza a incensar el que tenga más tiempo de xua’na, de ahí inciensa el que le sigue el del siguiente año y así sucesivamente. Todo el pueblo que corresponde a la iglesia está dentro del tempo, las esposas, los familiares, toda la gente. Cuando llega la media noche el penúltimo xua’na va incensar al principal que entrega, y éste a su vez inciensa al xua’na que va entrar este debe estar arrodillado, después de esto le va ser entrega del incensario ese es el motivo de la ceremonia: entregarle el incensario en esa media noche. Este nuevo xua’na va incensar el pueblo. Antes salían a incensar hasta fuera con la idea, dentro de la mitología, de que viene este nuevo año entrando y purifican todo el ambiente que va recibir este año nuevo, lo consideran como si fuera alguien que viene llegando. Entonces tienen que incensar todo para que este año entre purificado. Después de incensar el pueblo se felicitan todos.
Después se ordena la ida a la casa del xua’na que recibió para cenar, ahí les sirven su chocolate, luego la cena y después de cenar nombran al segundo del xua’na que siempre le corresponde a un xua’na que sirvió hace tres años.
Luego nombran al gopayu’du, que aquí en Santa María como hay un xua’na ya grande siempre se queda con el cargo, pero más antes se nombraba a los tenientes de las cuatro secciones, aquí donde vivo es la cuarta. Se les daba esos cargos y se les entregaba su bastón, este bastón les da derecho a ser autoridad, cuando él no trae el bastón no es autoridad: no puede corregir a nadie, no puede ir a traer a una gente para meterlo a la cárcel porque no trae su bastón. El teniente a su vez nombra a su ronda, escoge jóvenes que presentará al siguiente día en la iglesia lo presenta con los xua’na. La ronda se mantiene todas las noches en la iglesia para la guarnición del pueblo, ellos como arma usan una vara de morro. Cuando se cierra la iglesia se va una comisión encabezado por un teniente para que lleve la ronda a custodiar el pueblo, en esta tarea lo relevan los otro tres tenientes durante toda la noche.
Anteriormente, me platicaron los xua’nas, que ahí en la iglesia en la esquina del patio había una luz que se mantenía con manteca de cochino. Era como una copa de metal, yo alcance a verlo pero ya no lo usaban, y le echaban manteca con una mecha, ese era la que daba luz a las calles, la única que se sobrevivió fue esa que estaba en la esquina del patio. Las rondas eran las encargadas de mantener encendido esa luz, cuando ya se estaba acabando la manteca lo cargaban de nuevo, en el amanecer era apagado y cada quien se iba a su casa.
Cuando había algún pleito en la calle o algún incidente, ellos eran los encargados de detener y llevar a la gente con el comandante para que lo meta a la cárcel. Había una forma muy enérgica para manejar el orden en ese entonces. Claro esto fue creación de los españoles, no es indígena, ellos trajeron esta clase de servicios.
Yo recuerdo que cuando era soltero, había fiestas como el viernes sa’a o 24 de diciembre la fiesta del niño que se hacían fiestas de gala. Estaba la enramada grande, bajo de ella, con sus bancos, las muchachas; la ronda se ponía en la entrada, y los muchachos que queríamos bailar estábamos detrás de la ronda. En ese tiempo no se acostumbraba quedarse parado dentro de la enramada, si no cuando se ejecuta la música; la ronda abría la entrada para que buscáramos a nuestra pareja para sacarla a bailar, acabando la pieza la dejábamos en su lugar y salíamos, inmediatamente la ronda cerraba la entrada para dejar entrar hasta el inicio de la otra pieza de música.
Como en ese tiempo la novia no podía darnos preferencia porque los papás estaban sentados detrás de ella, eran muy estrictos, estaban vigilando, entonces la muchacha no podía esperar a su novio, el que la llegara a sacarla a bailar primero, el que fuera, tenía ella que bailar.
Era una carrereada. Hubo una temporada en el que un baterista, que es que da el golpe para que inicie la música, el pícaro daba entradas falsas, daba los golpes y ahí íbamos todos pero la música no empezaba y ahí venía la ronda y nos echaba otra vez para atrás.
Esas cosas tan hermosas que vivió el pueblo, sobre todo aquel respeto, el respeto que hubo hacia los xua’na. Cuando una persona hacía escándalo en cualquier parte, iba la gente a avisar a los xua’na’, luego venía la ronda y lo llevaba con los xua’na que le llamara la atención. Los xua’nas se ponían en círculo para interrogar, si era una pelea, interrogaban quién había iniciado el pleito. El anciano mayor consultaba a los demás xua’nas del castigo que debía aplicarse al responsable, cuántos cuartazos se debía de dar, alguien opinaba que diez, otro que cinco y así, el xua’na mayor sacaba un promedio de las cantidades dadas y nombraba a un xua’na que tuviera fuerte la mano para que diera los cinchazos. Para eso tenían un miembro de res ponían secar colgado de un palo para que secara derechito le colgaban una piedra, eso tenían detrás de la puerta. El xua’na metía la mano en la correa y si merecía diez u ocho, eso le daba, y el otro que se concluyó que no inició el pleito sólo se le daba la mitad del castigo.
Cuando un joven se rebelaba contra sus padres, se portaba grosero, o andaba tomando mucho, en la noche los papás iban dejar la queja con los xua’na, éstos ponían en operación a las rondas, y que le dieran sus cinchazos. Si no entendía y seguía el joven tratando mal a sus papás lo iban a traer en la mañana y le ponían un cepo, que era una madera cuadrada, pesadota, con varios hoyos y en la punta tornillos, ahí metían sus pies y lo ponían en el sol todo el día, hasta en la tarde lo desatornillaban, no le daban de comer, eso era para que obedeciera a sus padres. Eran autoridad auténticos los xua’nas, en todos los sentidos.
Foto: Mario Mecott Francisco
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