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Arturo Lona Reyes, cien años

Arturo Lona Reyes, cien años

Gerardo Valdivieso Parada

Juchitán, Oax.- Este 1 de noviembre “el obispo de los pobres” Arturo Lona Reyes hubiera cumplido 100 años, la única autoridad moral capaz de unir en torno suyo tanto a la clase política gobernante como a las organizaciones sociales en resistencia como de los más pobres.

Así lo recordó la poeta juchiteca Irma Pineda Santiago integrante en su juventud del proyecto de iglesia del obispo de los pobres, “se extraña una figura de autoridad moral como lo fue él, no he visto otro personaje que haya logrado la autoridad moral para religar a la gente como es el sentido etimológico de religión, religar, reunir a la gente”.

Consideró que el gran legado del obispo Lona fue la de logar reagrupar a la gente en la región y recuperar el sentido comunitario a partir de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) “con estas él recupera no solamente una forma de organización popular de la iglesia católica, sino mucha influencia de la CEBs viene de la influencia que él procuró hacer junto con su equipo de sacerdotes del espíritu comunitario”.

Ante la pobreza y la explotación de que eran objetos sobre todo de caciques y coyotes logró que las comunidades fueran autogestivas “por las cooperativas que él ayudó a formar, no sólo cooperativas importantes que han logrado trascender como la UCIRI (Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo de Tehuantepec) sino también los espacios de abasto popular, que eran centro de abasto, todo un sistema para ayudar a la economía y un proceso autogestivo”.

Las comunidades cuyos productos malbarataban a intermediarios logró que sus cosechas pudieran venderse a buen precio “ayudó a la gente a mover el maíz, frijol, los granos que sembraban, les enseñó estos procesos de movilidad para su economía, para su integración como colectivos; así también en lo educativo”.

A un año de su partida Irma Pineda dijo que se extraña sobre todo su calidad humana y carisma “era un personaje muy divertido, de un gran sentido del humor, muy aleccionador porque entre broma y broma y risa y risa nos sacaba sus lecciones de vida, sus enseñanzas sobre la religión”.

El obispo con los jóvenes

El trovador juchiteco Tlalok Guerrero recuerda el momento de una celebración eucarística cuando el padre obispo lo alentó a seguir su sueño de ser cantante, “fue muy importante para mí, porque apenas tenía 17 años y no sabía muy bien qué onda con mi vida, y que el obispo me dijera que tenía buena voz y que siguiera por ese camino fue trascendental para mí”.

Llegado por accidente a la parroquia de San Vicente Ferrer se integró a los grupos juveniles de la iglesia y a los jóvenes catequistas, “fue un momento en que nos formamos todo una generación de jóvenes que hoy son profesionistas, escritores, músicos, fue una época de mucha libertad muy alejado de la visión cuadrada y mocha de la religión sino mas ligado con la teología de la liberación con la idea de la justicia social”.

Asiduo a los talleres de la Casa de la Cultura que lindaba con el templo de San Vicente Ferrer era espontaneo pasar del espacio cultural a la iglesia porque ahí también se cantaba y había libertad, “fue un momento muy bello, muy especial, un ambiente de tolerancia y de reflexión sobre la palabra que creó el obispo Don Arturo y de sus sacerdotes que eran una extensión de él” recordó el cantante.

“Nos enseñó a ser felices”

Ranulfo Pacheco López, fue ordenado por el obispo de los pobres en su pueblo de origen en el pueblo zapoteco de Asunción Tlacolulita en el Distrito Yautepec, en 1978:

 “Quiso que estas ceremonias que se ‘encierran’ en Catedral en donde se celebran las ordenaciones de diáconos, presbíteros de obispos, se celebrarán en los pueblos en donde uno había nacido y así podía estar la gente participando en una ceremonia que de otra manera no habían podido saborear, porque la liturgia se tiene que saborear sino no tiene sentido”.

Las ordenaciones en los pueblos servían también como un elemento de promoción vocacional, al llevar la ceremonia de la ordenación sacerdotal cerca de la gente para que presenciara los pasos de la liturgia, incluso ordenó a sacerdotes originarios de otras diócesis.

Para el que fue vicario general por seis años del obispo cuando era titular de la Diócesis de Tehuantepec, éste estaba más allá de cuestiones dogmáticas es decir se saltaba las reglas llevándolo a la liturgia:

“El celebraba la vida, y donde estaba la vida él gozaba y hacía sus celebraciones litúrgicas muy vivas, se no enseñó en el seminario que fuera del presbiterio nadie puede tener acceso al presbiterio que es donde está el altar: él a la hora de la misa llamaba a los niños y los tenía allí a sus pies”.

Al contrario de la mayoría de los obispos que por su investidura se distancian de la gente, el obispo de los pobres iba al encuentro de los fieles, desde la entrada del templo en las misas se tomaba su tiempo para saludar a la gente y besar a los niños, y en los momentos más efusivos como el saludo de la paz bajaba del altar para confundirse con la gente.

“El decía no me especialicé en teología porque la mejor escuela de teología es la vida, teología es el discurso que hacemos acerca de Dios, hay una teología basada en principios, fundamentos, dogmas y hay una teología que nace de la vida, ¿cómo va la vida del pueblo? y desde ahí sentir la presencia de Dios, reflexionar Su presencia juntamente con la comunidad”.

El párroco de Esquipulas expuso el lema del obispo: los pobres me evangelizan: “el pueblo te da los elementos para que vaya descubriendo más quién es Dios y cómo está Dios en medio de ellos, a veces aprende uno mas de quienes ni la primaria terminaron o no fueron a la escuela, como Dios se nos escapa de las aguas y camina por las calles”

Por eso el obispo abrazó la Teología de la Liberación que es “descubrir como Dios está pasando y liberando a su pueblo, como Dios se opone a lo que oprime y aplasta a la gente”.

Una liberación no sólo espiritual sino de las estructuras políticas, económicas, sociales que aplastan como Jesús curó a los enfermos, procuró a los niños, se puso de lado de la mujer, “que no tenían valor en aquellos tiempos es una práctica liberadora y esa lleva al bienestar, a la dignidad y a la misma salud del cuerpo”.

Por eso todos los proyectos del obispo en las comunidades partió de un análisis de la realidad de la que nacieron las cooperativas de consumo como las tiendas comunitarias, servicios como los caminos y transporte, cooperativas de cría de ganados, peces y pollos y cooperativas de ahorro y crédito.

El ánimo de las cooperativas llego a involucrar incluso a pueblos de otras diócesis vecinas que constataban la transformación que estaban haciendo el obispo en las comunidades que estaba de la mano con el trabajo pastoral:

“cada dos meses había reuniones para oración, formación, retiro de las cooperativas en distintos pueblos en algunos había que caminar hasta doce horas ahí iba don Arturo, ahí estaba, qué sentimiento de la gente de sentir que el obispo estaba ahí con ellos, ¡cómo lo querían!, como lo queremos todavía”.

El sacerdote dijo que una de las enseñanzas fundamentales de Don Arturo era la felicidad “nos enseñó a ser felices, no se vale estar tristes decía”, a pesar de todas las adversidades que el obispo acumulaba por sus acciones liberadoras y que constató como su vicario general en la Diócesis:

“Tenía problemones, amenazas, se conocen algunas, pero había muchas otras, que no se habló, que hicimos como que no sabíamos, muchas fueron apagándose y otros se mantuvieron de grupos que se vieron muy afectados por el trabajo de Don Arturo”.

En su relación con los sacerdotes expuso que era muy exigente pero también sabía de su importancia, desde que fue nombrado obispo, pero aún no ordenado su primera visita fue al seminario a conocer a los seminaristas, el entrevistado era seminarista en el Seminario General del Sureste en Tehuacán.

Las comunidades eclesiales de base

“Al padre obispo lo mandó Dios en el momento que lo necesitábamos, nos dio ánimo y consuelo y ayudo a mucha gente” dijo Cándida Santiago Jiménez, exintegrante de las legendarias Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), comunidades de personas que se reunían para celebrar su fe pero también para transformar la realidad social de su entorno bajo el compromiso con los pobres y los marginados.

Impulsados desde el Concilio Vaticano II y luego en la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia en 1968, desde donde se recomendó la formación del mayor número de comunidades eclesiales en las parroquias, especialmente rurales o en barrios marginados en las ciudades.

Como obispo de Tehuantepec desde 1971, Arturo Lona Reyes, sembró y multiplicó la semilla de los CEBs en toda la diócesis en las comunidades rurales como en las ciudades, en donde respondieron evangélicamente a los problemas, denunciando la injusticia a través de un análisis social político y económico.

Luego de la desaparición forzada de su su esposo, el líder coceísta, Víctor Pineda Henestrosa “Víctor Yodo”, la maestra Cándida recibió la visita de misioneras a su casa, quienes la frecuentaban para consolarla luego de que el ejército le arrebatara a su esposo.

Después de mucha insistencia aceptó en 1982 participar en la Parroquia San Vicente como catequista integrándose a las CEBs, en donde también sus hijos recibieron el abrazo de la comunidad eclesial al serles quitado el esposo y el padre.

Durante más de una década vio como el trabajo de las CEBs unió a todas las comunidades de la diócesis para intercambiar experiencias del trabajo pastoral y solucionar problemas en las asambleas; presenció cómo se crearon una gran cantidad de cooperativas de abarrotes, de molinos, de cría de diferentes tipos de animales para ayudarse a la economía.

A la par de estar organizados para ayudarse entre sí, se organizaban para visitar y socorrer a los enfermos, así como a los más necesitados en las que se ocupaba lo ganado en las cooperativas.

En 1995 dejó la CEBs para aceptar otros encargos relacionados con la política, con el trabajo magisterial y de derechos humanos.

Al regresar luego de algunos años se encontró que luego de que el obispo Lona reyes dejara la titularidad de Diócesis, se desarticuló la organización de las CEBs desde la llegada del obispo coadjutor Felipe Padilla Cardona, quien inició los cambios para acabar con el legado de su antecesor y que mantuvieron los demás obispos que le sucedieron.

En el caso de la Parroquia de San Vicente Ferrer que era una sola para toda la ciudad, se dividió en varias parroquias, se eliminaron las asambleas de las CEBs, cada parroquia se volvió independiente, y las organizaciones o grupos dentro de la iglesia están conformadas en torno a una imagen religiosa.

Aunque se mantienen las reuniones para meditar sobre el Evangelio y el trabajo de visita a los enfermos, se terminó con la organización de las CEBs, sin quedar vestigio de ninguna de las cooperativas y la vinculación de todas las comunidades de la Diócesis a través de la gran asamblea.

Aún así aseguró que el gran legado del obispo de los pobres no se redujo a las CEBs, su trabajo fue enorme, ayudó a una gran cantidad de gente como pudo, hasta donde le rindieron sus fuerzas, puso sólo como ejemplo el Centro Popular de Apoyo y Formación para la Salud (CEPAFOS) en donde mucha gente se atendió y se formó en la medicina alternativa.

El acompañamiento del obispo ante la desaparición de Víctor Yodo

Cuando Víctor Yodo fue desaparecido en 1978 por el ejército, el obispo Arturo Lona Reyes, estuvo al pendiente mandando cartas e insistiendo ante el presidente de la república y el gobernador del estado para la localización y la presentación con vida del líder campesino.

El padre obispo se mantuvo cerca de la pequeña familia de Víctor Yodo dándoles consuelo en la ausencia del padre y esposo “nos mandaba llamar los domingos al obispado, nos hacía plática, nos daba ánimo para seguir adelante, llegó en el momento preciso para consolarnos” detalló la maestra jubilada.

Dijo que desde entonces aún después de dejar de ser obispo titular, estuvo al pendiente, seguían viéndose o se comunicaba con la familia y durante la conmemoración de los 40 años de la fecha de la desaparición de Víctor Yodo, llegó sin que fuera necesario que lo invitaran al evento. En los últimos dos años se mantuvieron comunicados.

Por su apoyo a las causas sociales como la de su marido, el obispo de los pobres fue objeto de atentados contra su vida de la que se libró, como cuando acudían al obispado para intimidarlo “lo fueron a buscar, pero él no estaba, lo esperaban en el camino para matarlo pero en esas ocasiones se quedaba en las comunidades, Dios no permitió que le pasara nada”.

La maestra Cándida recuerda que cuando ya estaba por cumplir sus 75 años el obispo convocó a una gran reunión de toda la Diócesis: el Sínodo Diocesano. “Los enemigos” mandaron a quemar las palapas en el CEPAFOS en Tehuantepec en el complejo en donde se desarrollaría la asamblea.

Las instalaciones se calcinaron, presidía en una palapa la imagen de un Cristo, que como en todos los atentados contra el obispo de los pobres se salvó de milagro.

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