Cástula Marcial Martínez, Viuda de Bartolo, Tejedora de Ilusiones y Vidas
Elí Bartolo
Un 10 de Enero a las 18 horas, las agujas y los ganchos se detuvieron, los bastidores y las máquinas de coser guardaron silencio, y el coro de sus hermanas y hermanos de la casa de oración invadió su cuarto en el que se escuchaba coros que le cantaban ¨Mas allá del sol tengo mi nuevo hogar”, Na Casstola, como le decían sus clientes, había fallecido.
Na Cástula y Ta Chico Bartolo, en la década de los 50, abrieron una tienda muy modesta en el mercado 5 de septiembre de esta ciudad, iniciando un proyecto de vida no sólo como pareja, sino también como pequeños comerciantes; en esos tiempos ofrecían a sus clientes, telas económicas de algodón, como la popelina, el tusor, la mezclilla, y para aquellas señoras con una mejor economía, encajes, brocados y muselinas.
A mediados de los años 50, esta pequeña tienda, se trasladó a la calle 5 de septiembre, convirtiéndose en La Casa del Pueblo, donde las telas van cambiando, como van cambiando los gustos y se empiezan a incluir otras telas, como el dacron, opalina, poliéster , el terciopelo y la piel de ángel. Y en la actualidad, el crepé, el razo de novia o la piel de durazno.
En cuanto al olán, como parte del vestuario femenino, la tela fue traída de Europa, como el organ suizo y por supuesto, el hilo de seda. Pero también ha habido otros accesorios que se han ido guardando en los baúles de la abuela, en el ropero, como es el tápalo, la mantilla y el rebozo.
Quienes somos sus hijas e hijos, crecimos entre las texturas de las telas y los olores de almidón y sal, porque aprendimos que las telas y los hilos no sólo tienen texturas y aromas, sino también sabores, los hay dulces, también los hay picante y una infinidad de sabores como la cocina. También nuestros juguetes fueron las cajas y tubos de hilos, los tubos de tela, eran nuestras armas y mágicamente, también se convertían en nuestros caballos de juego, para otras la retacería, podría significar, jugar también a la bordadora, tejedora o a la costurera.
Na Cástula auscultaba como médica sus trajes y bordados, tiene un trato humano con sus clientes como toda una administradora, pero también como toda mujer juchiteca, es una excelente contadora y cuando requieren de algún consejo sobre la combinación cromática o cómo mejorar las destrezas en la puntada de la aguja y el hilo saca sus dotes de pedagoga. Todos sus vástagos, hemos aprendido de estos dones de ella, para convertirnos en profesionistas actuales.
Ná Cástula, tenía otro don, sabía distinguir como toda mujer sabia de un bordado hombre y su sentido cromático; la puntada fina femenina o la puntada alegre del bordador muxe, además de haber sido una mujer muy humana, pero también comerciante, a Na Cástula se le reconoció, no sólo por la Casa del Pueblo, sino por el gusto y calidad de sus bordadoras y de sus trajes, que en el imaginario femenino de las juchitecas era un privilegio, ser vestida, aconsejada, por Na Cástula.
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