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El padre de la patria es Hidalgo no Iturbide

El padre de la patria es Hidalgo no Iturbide

Gerardo Valdivieso Parada

Tienen razón los que aseguran que quién logró la independencia de la América Septentrional o el Imperio Mexicano fue Agustín de Iturbide en 1821. Las élites no querían supeditarse a la Constitución Liberal de Cadis, y el militar realista se encargó de aglutinar a todos los bandos, incluso a las diezmadas fuerzas de Vicente Guerrero para declarar la independencia de España, que la reconoció quince años después. Para los que le atribuyen la autoría de la independencia sólo a Iturbide, quieren ignorar los intentos durante los diez años atrás de separase del poder de España. Entre quienes suscribieron el plan de Iguala que llevó a proclamación de la independencia, estaban antiguos insurgentes que se habían acogido a la amnistía y los que aun mantenían la llama de la rebelión heredado de Miguel Hidalgo en 1810.

Leo que algunos intelectuales regatean el inicio del movimiento de independencia liderado por Hidalgo porque “fracasó”, al ser derrotado por los realistas en 1811. El que haya “fracasado” vuelve más grande la tarea del cura de Dolores, pues a sabiendas que podía fracasar, inició una gesta cuyos ecos perduran hasta nuestros días. Si no hubieran muerto por una idea de libertad para la llamada Nueva España, no serían nuestros héroes. Se ha regateado a Hidalgo que no estuviera influido por las ideas de la Ilustración que promovían la libertad, la igualdad y que la soberanía residiera en el pueblo. Por sus actos durante los meses que duró su liderazgo, se sabe que ya no quería para la Nueva España o la que llamó la América Septentrional un rey, por eso al llegar al palacio de Guadalajara retiró la efigie de Fernando VII. De sus primeras decisiones fue la de mandar un embajador a los Estados Unidos, la primera república democracia del continente. Muchos aseguran que jamás gritó vivas al rey y tenía esa gran diferencia con Ignacio Allende que estaba a favor de entregarle la corona de México a Fernando VII.

Hidalgo es el padre de la patria porque asumió con valentía su papel en la historia de la libertad de su América Septentrional. No era la cabeza de los conspiradores, ni inició la conspiración. Al descubrirse el plan de la insurrección y ordenadas la aprehensión de los conspiradores, doña Josefa Ortiz de Domínguez mandó a avisar a los involucrados que el plan estaba descubierto (la insurección estaba planeado para diciembre durante los festejos en San Juan de los lagos). Todos querían huir y esconderse para no ser apresados, incluido Allende. Sólo el cura Hidalgo tuvo el valor de llamar al pueblo a rebelarse contra el poder establecido, volviéndose cabeza de la insurrección. Dicen que el grito de independencia en el atrio de Dolores fue una invención, pero hay testigos de que hubo una arenga ante las contadas personas que estaban con el cura, que recogen historiadores como Patricia Galeana, palabras más, palabras menos:

“Compatriotas, no existe ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergonzosa que sólo conviene a los esclavos la hemos llevado hace tres siglos como signo de la tiranía y de la servidumbre. Ha sonado la hora de nuestra libertad, defenderla de los tiranos. Marchad a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres. Sin patria ni libertad no podemos alcanzar la felicidad.”

Luego soltó a los presos y a su llamado se unieron los pobres, los indios, los desarrapados, a los que los españoles pensaban que nunca se iba a rebelar porque andaban ocupados en no morirse de hambre. Es cierto, la revuelta apenas duró unos meses porque él era un cura y no un estratega militar. Pero la flama que encendió no se apagó nunca. Mantuvo la llamarada su alumno José María Morelos; ofrecieron su vida de forma fugaz Javier Mina guerrillero español, la sostuvieron hasta su cautiverio mujeres como Leona Vicario “la benemérita y dulcísima madre de la patria” su esposo Andrés Quintana Roo; hasta llegar a Vicente Guerrero que no traicionó nunca la herencia de Hidalgo, por eso Iturbide lo incluyó en su plan para legitimar la independencia, que no se hubiera sostenido sin los huesos de los “fracasados”, de nuestros muertos, de nuestros héroes.

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