Preludio y fuga del sombrero
Gerardo Valdivieso Parada
Cuando la pareja está recién casada no se separan un momento, se acuestan juntos en la hamaca, desayunan, comen y cenan uno al lado del otro, se bañan juntos, no pueden salir de casa sin tomados de la mano ir platicando enamorados a un mandado, ni se diga en la noche. Nada más falta que cuando uno de ellos siente la necesidad de desalojar el estómago vaya el otro a acompañarlo para olerle los pedos. Así refunfuñaba el viejo don Lucho refiriéndose a sus sobrino nietos recién casados.
Todo eso se va enfriando con el tiempo, luego se vuelve contraproducente, hay que airear la relación entre la pareja, para que después el que primero se fastidie no reciba el reclamo del otro. Recuerdo cuando mi padre me mandó por una herramienta a la casa del más viejo y más sabio del barrio. Tuve que ir hasta su labor. Ahí sentado viendo trabajar a sus hijos, porque él de tan viejo ya sólo daba órdenes, me recibió sin sorpresa, encaminándome a la sombra de su choza para poder platicar con tranquilidad. Cuando recordé a qué venía, me dijo que lo olvidara y escuchara con atención sus palabras:
“Tengo entendido que vas a casarte dentro de poco. Es normal que cuando inicien su vida en matrimonio, no quieran separarse y estén y anden siempre juntos. Quiero que sigas mi consejo. Desde el primer día de tu matrimonio, descuelga tu sombrero, y sin dar explicaciones ve a sentarte una hora en el parque. Así todos los días, acostumbra a tu pareja. ¿Esto para qué? Para que el día en que realmente tengas que salir a un mandado tu esposa no te reclame y evites problemas y malos entendidos.”
Ahora sé que mi padre me envió con el viejo xhuaana’ con aquél pretexto para que me diera algún consejo para iniciar bien mi matrimonio. Así lo hice. Lástima que ahora ya no se acostumbre llevar sobrero ¿verdad? Narra don Lucho a quien quiera escucharlo.
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