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Cuando las nutrias besaban los pies

Cuando las nutrias besaban los pies

Gerardo Valdivieso Parada

Antes de Borges, la imagen de la ceguera que mira al cielo inexistente fue el rostro de mi abuela. Le llevaba la comida en su autoencierro en el cuarto sin luz que eran sus ojos, y mientras me sentaba a verla comer, escuchaba sus historias, los versos recitados ante el altar para que escuchara la pareja en mancuerna, los padres en su verdor, los padrinos y madrinas, los compadres. Hija de un noble del cual no heredó las palabras sagradas, sino a sus hermanos que las desdeñaron. Sacerdote zapoteca la entregó a un hombre que no perdía ocasión en martirizarla.

De lo que quedaba de sus ojos yertos me bebí las imágenes. Por ella supe que la montaña que se divisaba atrás de su casa se llamaba “pájaro gigante” (dani nisa bere ngola) supe después que era el dominio del dios de los hechiceros, el del espejo humeante; que cuando Dios nació supieron los gallos del quiriquí, guardar luto los viernes santo y llorar la muerte de El Señor.

Un día me llevó al mercado, en dónde vendía cuarterones de queso en un pasillo angosto, su silla y su asiento eran altos y su hablar delicado. De regreso me hizo subir a un carruaje y en ese ajetreo llegamos a la desembocadura del río que hoy ocupa un puente, pasamos la corriente, mientras me contaba que en aquel río contaminado, en su niñez hacía fosas para acarrear agua y venderla a las mujeres del mercado evitando las filas en los pozos.

Lamentaba la pérdida del río, que achacaba a los extranjeros y su sed por descubrirlo todo, por ponerlo todo a la luz de la ciencia, que no respetaron la sacralidad de los “encantos”, del milagro del agua que emerge de la tierra, corrieron a los seres sagrados y sus regalos cuando con insolencia “agarraban una vara y lo hundían en el ojo de agua, una y otra vez, qué necedad de los bárbaros extranjeros”.

Un río existía en tus recuerdos, que era el resumen de todos los ríos, cuando en su doncellez al entrar en el agua una manada de nutrias venía a besarle los pies.

Grabado de Jesús Castillo

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