Cómo morderse la nariz según Yenchu Quiel

Gerardo Valdivieso Parada

Cuando fumé por primera vez un cigarro, le fueron a decir a mis padres y me castigaron. Había sido mi culpa, los vecinos fumaban y me invitaron a probar a darle una fumada al cigarrillo, lo malo es que fue en aquel velorio de mi tío que lo notó toda la gente.

No sólo se repartía cigarros en aquella noche sino también mezcal. Sin falta llegaban a estos eventos los señores que se la pasan jornadas largas tomando en los expendios de mezcal y en cualquier ceremonia en que se repartiera licor. Eran visitas a las que se tenía que aguantar aunque llegaran sin dar el óbolo, de pronto, ya estaban sentados en las sillas o las largas bancas y no había más remedio que servirles.

Yenchu Quiel tuvo sus temporadas de no dejar el alcohol y no ir pararse en su casa. Su aporte a los velorios era contar historias. Contó esa vez, que sentados en la loma de la casa de Meya Cuba, pasó el acaudalado vecino de enfrente. Como era su costumbre le pidieron una moneda para comprar mezcal con la dueña de la casa.

-¿Y por qué he de darles? No hacen nada provechoso, ni tienen ninguna gracia, si por lo menos supieran tocar un instrumento –les dijo con las manos en la cintura.

-Aquí como nos ves tenemos cualidades, aquí Ambro Tiita se sabe un acto que no podrás creer –dijo Yenchu Quiel girando su cabeza hacia su compañero de a lado, un viejo destentado, de larga cabellera blanca pero de calva mollera.

-¿y de qué se trata?

-Pues por una botella de mezcal es capaz de morderse la nariz.

– Pues eso quisiera verlo y elevo mi apuesta a un cartón de cervezas –dijo el vecino riendo de buena gana.

Como si ya lo tuvieran ensayado, Yenchu Quiel le dio un codazo al ejecutor de la proeza quien metiendo la mano en una de sus bolsas del pantalón sacó un objeto envuelto en un pañuelo, que resultó ser su prótesis dental y procedió a machacarse la nariz con él.

Ilustración de Francisco Javier Santiago Regalado “Puga”