La casa del General Charis será reinaugurada en septiembre junto con Palacio y Templo de San Vicente
Gerardo Valdivieso Parada
Juchitán, Oax.- La familia del General Heliodoro Charis Castro, informó que autoridades del gobierno federal les aseguró que la casa ubicada en conocida esquina del centro de la ciudad, será totalmente rehabilitada e inaugurada el 7 de septiembre, junto con otros monumentos como son el Palacio Municipal, el templo de San Vicente Ferrer y la Casa de la Cultura.
En su reciente visita a Juchitán para supervisar las obras la secretaria de Cultura del Gobierno Federal, Alejandra Frausto Guerrero, le aseguró a la familia que el edificio construido en 1927 al estilo de las haciendas del bajío, será entregado en el aniversario del terremoto del 7 de septiembre de 2017.
La casa entró dentro del Programa Nacional de Reconstrucción en 2019, y su rehabilitación como bien cultural es responsabilidad de la Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI), ya que se consideró que el edificio es parte de la identidad y del patrimonio cultural de la comunidad de Juchitán.
Luego de mantenerse intocada por un buen tiempo por la falta de liberación de recursos, la empresa encargada de su rehabilitación avanza en los trabajos para dejarlo terminada.
Fue Gerardo de Gyvés quién convenció a la dueña del edificio, Lugarda Charis Luna, para avalar la propuesta de registrarlo en el Programa Nacional de Reconstrucción 2019, luego de su abandono, el peligro que representaba, por lo que vecinos y algunas autoridades solicitaron su completa democión, por lo que se encargó del papeleo y documentación.
A continuación se publica la historia del obispo de la Diócesis de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes, de su intervención ante el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, para rescatar el inmueble y la amistad de su dueña con el obispo de los pobres:
Lugarda Charis Luna y Arturo Lona Reyes tuvieron una amistad de casi cincuenta años. Se conocieron en la parroquia de San Vicente Ferrer, fueron presentados por el presbítero Nicolás Vichido Rito, ella una joven señora hija del general Charis y él nuevo obispo de la dócesis en su primera visita.
“Él quiso mucho a los istmeños, principalmente a los de provincia, aun cuando no era de aquí, era de Aguascalientes, por eso lo admiré mucho y tuvimos una bonita amistad, yo siempre lo respeté como cabeza de la iglesia que era” relata Charis Luna.
Su amistad y mutuo afecto no se perturbó ni por los remolinos políticos que una década después enfrentarían a su esposo Teodoro Altamirano “El Rojo” el aguerrido dirigente priísta y al obispo de los pobres que defendía a los integrantes de la COCEI de la represión del gobierno de aquella época.
Cuenta el expresidente municipal de Juchitán, el priista Javier Fuentes Valdivieso, que él junto con el Rojo Altamirano fueron a golpear la puerta del obispado por la defensa del obispo hacia el movimiento popular ante las instancias del estado, cuando aún no existían los organismos de derechos humanos, “eran otros tiempos” se justificó.
“Tuvieron muchas diferencias” recuerda Na Lugarda sobre la relación ríspida que tuvieron el obispo y el líder del PRI, que debido a su carácter se molestaba por la preferencia del obispo por los desposeídos y por las organizaciones sociales en rebeldía contra el estado.
Na Lugarda recuerda con mucha pena los acontecimientos, sobre todo aquella incursión al arzobispado en donde su esposo “llevó a unos muchachos e hizo un desastre”, pero la confrontación de su esposo con el padre obispo cambió en nada entre ellos, el prelado la siguió saludando con la cortesía de siempre “nunca me dijo nada”.
Con el paso de los años ambos personajes enconados llegaron a la reconciliación, cuando su esposo enfermó de diabetes y había perdido la vista. Un día el párroco de San Vicente Francisco Herrera entró a la casa para anunciarle que el obispo deseaba saludar al enfermo.
Su antiguo enemigo estaba sentado en la puerta de la cocina cuando le anunciaron la visita del obispo. “Qué tal padre, cómo está usted” recuerda Na Lugarda que dijo su esposo El Rojo a Don Arturo para seguir una amena charla entre todos los que estaban en la casa.
En un momento de la plática el obispo pidió platicar un momento a solas con el enfermo, por lo que los llevaron al “yoo bidó” (lugar sagrado frente al altar familiar) de la casona del general para que platicaran en soledad. Nadie supo que se dijeron. Después de retirado el obispo el Rojo Altamirano le confesó que se habían perdonado mutuamente sus ofensas.
En su testamento escrito en sus cuarenta años de obispo, Arturo Lona asentó las bondades del perdón que concedió y recibió “perdono a quienes se opusieron a mi trabajo evangelizador… El gozo del perdón dado y recibido me haga crecer en una de las más grandes virtudes de Jesús manso y humilde de corazón, que hace nuestra carga más ligera: la humildad”.
Su amistad se mantuvo después de la muerte de su esposo, cuando se encontraban en algún evento el obispo recordaba al viejo líder priista al referirse a ella con su infaltable sonrisa: “Lugarda la esposa del Rojo”.
Después del terremoto el viejo obispo tuvo todavía una última deferencia con su antigua amiga, cuando la casona heredada de su padre el general Heliodoro Charis Castro fue duramente golpeada por los sismos de septiembre de 2017, y la familia no tenía recursos para repararla y no quedaba más remedio que tirarla.
Un día llego un conocido arquitecto de casas tradicionales a visitar a Na Lugarda y le dijo que iban a rehabilitar la vieja casa “pero ¿cómo si no tenemos dinero para arreglarla?” dijo la dueña de la casa, el arquitecto era un cercano amigo del obispo. Unos días después les notificaron que la casa iba a ser rescatada.
“Ahora sé que el padre obispo fue a desayunar con el presidente de la república y le comentó que le pusiera atención, no a la casa del general Charis, sino a la casa que se encuentra en la esquina de Roque Robles y Colón” un último gesto de amistad y deferencia de su amigo obispo.
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