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Macario Matus crítico de arte

Macario Matus crítico de arte

Gerardo Valdivieso Parada

Hace unos días se presentó nuevamente en Juchitán el libro “Una mirada a la esperanza” coordinado por Noé Yamahata, en la que aborda las diferentes facetas de Macario Matus como poeta, ensayista, periodista cultural, político, narrador y crítico de arte. Sobre esta última faceta recuerdo a un Macario Matus en los cocteles en las galerías y museos, dándole una propina al mesero para que lo atendiera especialmente a él, pero también su gran conocimiento del arte y de la historia del arte. Un paseo con él en el Museo de Arte Moderno me dio la prueba, en cada cuadro podía dar un dato valioso con sólo un gesto, como cuando nos paramos frente a un dibujo a lápiz de un cuerpo de perfil que no le encontraba yo el valor artístico y me dio a entender con un movimiento de la mano que había sido hecho de un solo trazo.

Fue un conocedor de grandes pintores poco comprendidos y hasta hechos menos como Pedro Friedeberg, incluso acudían a él para hablar de la obra de este alumno de Mathias Goeritz, uno de los mayores artistas vivos de México. Así como me contó de cómo abordo a grandes escritores y poetas como Borges y Jaime Sabines, logró entrevistar a grandes artistas cuando era un joven reportero cultural como es el caso de Leonora Carrington, otra de las grandes creadoras clasificadas como surrealistas. Recuerdo que se preocupó y trató de dar a conocer la obra de pintores juchitecos, primero desde la Casa de la Cultura cuando fue director y después como crítico de arte en la ciudad de México. Estuve presente cuando entrevistó una vez a Víctor Chaca y de la frase que soltó en zapoteco antes de prender la grabadora: “nde ña tu guidxichi”.

Otro de los artistas al que unió una gran amistad y complicidad en proyectos culturales, fue el desaparecido Jesús Urbieta, pocos saben qué hace más de veinte años los dos persuadieron al entonces Senador de la República, Daniel López Nelio, de crear la primera Universidad Indígena con licenciaturas relacionadas con el conocimiento de los pueblos como medicina, derecho etc. Víctor de la Cruz deploraba aquél intento porque decía que se había concebido en una mesa de cantina, sin embargo ambos, Mangu Huiini’ y Chu Huiini’, lograron convencer al dirigente coceista que la Universidad Indígena podía ser su legado para los juchitecos. La idea no quedó en la mesa de cantina, el senador lo sacó adelante en el Congreso en donde fue aprobado. El gobernador en ese entonces, José Murat, donó un terreno en Juchitán para construir la universidad, se logró que el presidente Vicente Fox apoyará la iniciativa. Lo malo fue que el proyecto se le entregó a la comisionada nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Xóchitl Gálvez, para aterrizarlo. La “la maestra Canuta”, así le decían porque encima de sus trajes sastre se ponía los huipiles en público y en privado se los quitaba, tergiversó el proyecto original y mandó construir la Universidad, no en Juchitán, ni en Oaxaca, ni en ninguno de los estados con más pueblos indígenas, sino donde le convino, en el centro del país.

Ante estos desengaños soltaba la frase “Tao Te Ching” porque se decía seguidor de la filosofía de Lao Tsé, que enseña a contemplar la belleza inefable de la vida y que la mejor forma de vivirla es saborear sus mieles sin caer en la desilusión. Yo digo que trataba de ocultar sus amarguras atrás de ese biombo chino. Por eso se complacía en el arte y disfrutó de la vida muy a su manera hasta que el corazón dejó de latir.

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