Cargando ahora

Las velas de Juchitán deben admitir a todos sin discriminación por su género

Las velas de Juchitán deben admitir a todos sin discriminación por su género

Es innegable el origen prehispánico de nuestras velas, por su celebración antes de la llegada de las lluvias para augurar buenas cosechas que ha sido desde siempre, y por estar dedicado a los lugares sagrados en donde la nueva religión colocó cruces, por las deidades de cada barrio, ya sea de campesinos, de alfareros, de sacerdotes o de nobles, hoy dedicados a santos, a la virgen o al Santísimo Sacramento del Altar. Sobreviven aún los nombres totémicos como el lagarto.

La organización de las velas, la mayordomía, nos vino con la conquista, siendo las cofradías la antecesora de lo que hoy llamamos sociedades de las velas, reminiscencia de esa antigua institución es el uso del baúl, cuyo abuelo es el cofre, para guardar las pertenencias del santo.

Las velas son por antonomasia populares, es decir sus fiestas están abiertas a todo el pueblo, ninguna vela legítima es “privada” de un grupo, tal vez las que no son propiamente velas y recientes en el tiempo se eximan de ese calificativo. Su relación de reciprocidad con el pueblo deviene del apoyo económico que reciben en las labradas de cera, en la venta simbólica de la leche, en donde recorren el barrio o el pueblo para pedir la cooperación para realizar sus festividades. Recuerdo que en mi barrio las socias de la vela San Juan acudían a las casas a pedir huevos de gallina para hacer los mraquezotes

Hace un poco más de medio siglo, las sociedades empezaron a recibir apoyos de las empresas cerveceras para introducir en las velas el consumo de cerveza, con el tiempo la dependencia de las sociedades de las empresas cerveceras es tal que ya no pueden realizar una vela sin apoyarse del dinero de estas empresas y de su producto. El cartón de cerveza empezó por ser falsamente “prueba de fraternidad” a ser exigencia rigurosa para entrar a la vela.

No se sabe de cuándo viene la exigencia de la etiqueta de vestimenta, cuando que las mujeres por antonomasia utilizan el traje regional que ha cambiado con los años, del renda o enredo a la falda larga. En los hombres se adaptado a las modas, desde el calzón de manta y camisa blanca, hasta incluso el traje de saco y corbata. Hoy por la influencia más al sur, la guayabera o camisa blanca y el pantalón oscuro.

La diferencia entre las velas por el estatus económico, viene desde muy antes, tanto que roza con el mito, cuando los abuelos hablaban que las dos primeras velas eran una de pobres y otra de ricos. Las abuelas contaban que las velas pobres, eran tan pobres, que la banda que amenizaba el baile no contaba con otro instrumento musical que una tambora que marcaba el compás, ritmo al que bailaban con sus sencillos trajes elaboradas por ellas, cuando los patios eran suficientes y hasta vastos y que para sentarse había que traer de la choza la caja destartalada de madera que servía de asiento.

Ahora cuando los patios no existen o son insuficientes para esta ciudad monstruosa, cuando hay que ir cada día más lejos a los confines de la ciudad, hacer filas interminables por un cartón de cerveza que cada año aumenta, con conjuntos musicales que nos ensordecen con sus fila de bafles, cuando no hay ni siquiera lugar para bailar, cuando ya casi ni se ejecutan los viejos sones que bailaron tan donairamente nuestras abuelas, lo único que pervive es la rigurosa etiqueta.

Cuando debiera ser opcional, ciertas velas que se denominan grandes, impiden la entrada por no cumplir con el ínfimo detalle en la ropa. A estas alturas, cuando en el mundo nos reconocen como una ciudad tolerante hacia los muxe’, aún se oponen a que un porcentaje de la población entre a disfrutar de la vela porque tienen otra orientación sexual y de género. Aducen algunos integrantes de esas sociedades homofóbicas, que las velas son de un grupo, como si fueran dueños de los santos y las cruces, que por eso tienen el derecho de la admisión, sin recordar que las festividades de mayo son de y para el pueblo. Son tan del pueblo que todas las sociedades de las velas acuden a la autoridad para recibir beneficios y apoyos, desde limpieza y seguridad hasta apoyos económicos que les dan los ediles,

Y también cuando en el pasado y todavía hoy acuden a toda la gente de Juchitán para pedir la cooperación en la venta de leche, no distinguen entre los que depositan su moneda su orientación sexual, así debiera de ser en la admisión a la vela. Cuando dicen que no son discriminatorias no se acuerdan que el primer artículo de nuestra Constitución ordena que nadie puede ser discriminado por su religión, su color de piel y menos por su género y orientación sexual.

Son doblemente discriminatorios por la costumbre y por la ley. Independientemente de que casi todo se los paguen las empresas o los políticos que asumen la mayordomía, las velas son del pueblo.

Share this content:

Publicar comentario