Loading Now

Ganaxhiinu’ una fiesta de amigos que no quiso ser vela muxe’

Ganaxhiinu’ una fiesta de amigos que no quiso ser vela muxe’

Hace como veinte años un grupo de amigos se reunían en la fuente del parque central para platicar y ver pasar la tarde noche. Platicaban de sus sueños, de sus vidas y de sus ligues. Tenían la costumbre de escoger a uno de los caminantes que pasaban frente a sus ojos, jóvenes al igual que ellos, y consultarse “si era o no era” examinando si algún detalle delataba o algún sexto sentido descubría su orientación sexual. Por supuesto todos los de aquél grupo “eran”. El que esto escribe era parte de esos jóvenes amigos y era el de mayor edad no rebasando aún los 30 años.

Había uno que era el más entusiasta, el más atrevido, Martín, quien tuvo la idea de festejar la amistad de todos un 14 de febrero en su casa, en la Octava Sección. Como vivía solamente con su madre, que tenía un puesto de tacos que atendía toda la noche, su patio era el lugar ideal para hacer la fiesta sin ojos extraños.

La fiesta estuvo tan bien, que fue fuente de inagotables anécdotas, en dónde los que llevaron sus parejas acabaron su romance ahí mismo, y los que no, tuvimos que regresar solos a casa después de haber disfrutado de la cerveza, la plática y el baile. Se decidió hacerlo el siguiente año invitando a más amigos cercanos, la mayoría muxes o gays. En algún momento se decidió hacerlo una fiesta en dónde además de aportar para los gastos, aportará una botana y atendiera a sus invitados como un solo puesto. Cuando llegaron más amigos, de una forma espontánea se decidió hacerlo como una vela, y en aquella misma noche se escenificó una entrega de mayordomía.

En la organización previa a la fiesta se decidió anunciarlos como una vela y se nombraron a los socios, los amigos originales que se reunían en el parque (que ya no iban porque con los años ya eran profesionistas, o emprendieron sus propios negocios), y los que se agregaron después. Martín, en cuya casa se seguía celebrando la fiesta, le puso el nombre “ganaxhiinu’” (amémonos). Nunca se pensó en imitar una vela muxe’, que existían ya varias aparte de la vela de las Intrépidas, y a la que iban todos por ser parte de la comunidad. Siguió siendo una pequeña fiesta de amigos.

A la fiesta se invitaba a amigos heteros y a mayates, nunca a amigas heteros ni amigas transgénero, no por discriminación, más bien porque nunca les pasó por la cabeza siendo una fiesta para ese grupo de amigos, gay o muxe’ masculinos. Era una regla tácita. El patio dónde se hacía la convivencia estaba atrás de la casa de Martín, rodeado por una barda en dónde había una pequeña puerta que daba a un callejón, los invitados rodeaban la casa entrando por el callejón y encontraban cerrada la puerta, que tenía una pequeña ventanita que se habría para examinar al que quería entrar. El único requisito para entrar era adquirir el cartón de cervezas, sin ninguna etiqueta en el vestir. El día que alguien logró introducir a una mujer, dos mayates se pelearon por bailar con ella. El pleito que exacerbó los ánimos y provocó una pelea más grande, llevó a que se prohibiera exprofeso negar la entrada a mujeres.

Con los años la casa de Martín fue insuficiente y se rentó un espacio más grande. Más personas quisieron participar como socios en la fiesta luego de darse a conocerse más. Los nuevos inculcaron la idea de llamar la atención de más gente y sobre todo de los más jóvenes, en ese momento dejó de ser una fiesta de amigos para convertirse en una organización que quería llamar más la atención y hacer una fiesta más grande. Uno de los nuevos socios no sólo estuvo de acuerdo en prohibir la entrada a las transgénero, sino que convenció a la mayoría que no se mencionara en ninguna parte de la invitación la palabra muxe’, porque su sola mención significaba para él algo parecido a naco o indio, la fiesta debía ser nice. Esto hace 15 años, unos años después él mismo abandonó la fiesta porque era acusada de discriminatoria, olvidándose que él mismo nos había impuesto la regla por sus prejuicios. Actualmente, luego de cambiar radicalmente su vida, es un activista muxe’.

La fiesta fue creciendo, de los mayordomos se pasó al rey de la fiesta, luego a los capitanes, y hubo una ocasión que hasta se hizo una labrada de cera y se repartió la leche para Santa Marta. Desde que se hacía la fiesta en casa de Martín presidía el patio la “mesa del santo” o el altar que fue de la abuela del anfitrión, una señora que en vida curaba del “susto o espanto” a los niños, en dónde presidían todos sus santos protectores, entre ellos la imagen de Santa Marta que pisaba la cabeza de un dragón, la que fue escogida como la santa a la cual se le dedicaría la fiesta, a la que después el grupo le dedicaba un rezo.

La fiesta homoerótica, se vio reflejado en sus invitaciones, se agregó que los socios aportaran los recursos para meseros musculosos y con poca ropa, en una ocasión se acondicionó un “cuarto oscuro” para que no hicieran estropicios en los baños, los reyes en turno hacían su presentación con algún baile con temáticas varoniles. A lo mucho que se exteriorizó la fiesta fue el recorrido que hacían socios, los capitanes, el mayordomo y su acompañante y el rey unas cuadras fuera del salón de fiestas. En el convivio nunca llegaron a escasear las cervezas y los socios, en vez de andar pensando en vestirse para una pasarela, se dedicaban a atender a todos los invitados.

La única vez que entró una “trans” a la fiesta, fue el antropólogo, coreógrafo y bailarín Lukas Avendaño para realizar varias de sus performances a mitad de la fiesta, hizo el primero en casa de Martín y otro “Réquiem por un alcaraván” ya en un salón de fiesta.

Contrario a la regla, siempre ha habido mujeres, amigas que se han ofrecido a servir la botana con tal de convivir con los de Ganaxhiinu’, un mayordomo se le concedió su pedido de que su mamá estuviera en la fiesta, han entrado amigas lesbianas o nguiu’.

Una tradición desde sus inicios y por la afición de algunos socios por la música de sones tradicionales, es que la amenice una banda de música de viento, que después, otra vez la idea de los nuevos de hacerlo moderno y para llamar la atención de los jóvenes y disc jockey.

Aunque la fiesta nunca quiso rivalizar con las velas muxe’, la fama recién adquirida causó cierto recelo, principalmente entre ciertos activistas muxe’s, que nos acusaron de discriminación por no invitar a la fiesta a muxes trans. Para esto, algunos socios de velas muxes llegaban a la fiesta incluso alguna trans con tal de convivir con los amigos se puso camisa y pantalón. El ruido llegó a los oídos del filósofo de la muxeidad, Elí Bartolo Marcial, quién nos defendió con la frase “¿por qué no dejan que las mariquitas hagan su fiesta?” defendiendo la diversidad.

La fiesta así como creció llegó a su cenit y empezó a declinar, luego del terremoto y la pandemia, en la que ya no se celebró, aminoró el número de invitados, luego como en todo grupo hubo desacuerdos ya varios abandonamos la organización de la fiesta y nos volvimos sólo invitados, eso sí con la ferviente fe en Santa Marta. La fiesta sigue celebrándose, como en este año con su mayordomo Fer, capitanes y rey Joan René, este sábado 15 de febrero.

Gerardo Valdivieso Parada, 11 de febrero de 2025, Colonia Las Flores, Biahuidó’.

Share this content:

Post Comment