Germán López López “Ta Man Piteru” el salvador de los sones zapotecos de Juchitán del olvido
- El fundador de la enseñanza masiva de la música de flauta y tambor falleció el jueves a los ochenta años
Gerardo Valdivieso Parada
Juchitán, Oax.- Antes de Germán López López “Man Piteru”, los maestros ejecutantes de la flauta (pitu nisiaba) y el tambor en las festividades, pasaban sus conocimientos musicales de maestro alumno, él fue el primero en romper esta tradición y fundar escuelas.
Su aventura dio muy buenos frutos, existen varias generaciones de maestros piteros en toda la región ejecutando la flauta de carrizo y cientos de niños, jóvenes y adultos formados en esta disciplina musical.
Empezó enseñando en los inicios de la Casa de la Cultura, sus primeros alumnos fueron dos jóvenes que se volvieron maestros: Julio Montero y Hebert Rasgado, los dos aprendieron la forma empírica en que Man Pitero les enseñó la ejecución de los sones y hasta los cantos, además de aprender a elaborar los instrumentos.
Los dos jóvenes músicos lograron crear un sistema sencillo que mezclaba las primeras notas del solfeo sin pentagrama, anotando las notas con palabras combinando con el oído del alumno y su memoria. De la enseñanza de la flauta en la Casa de la Cultura de Juchitán se formaron jóvenes que después se volvieron músicos profesionales que incluso son directores de banda de viento.
Ta Germán enseñó y aprendió, porque aquellos jóvenes alumnos, principalmente el más adelantado, Hebert Rasgado, le enseñó a tocar en la flauta de carrizo los tonos más altos o agudos y más bajos, según la cantidad de aire insuflado al instrumento, y con esto poder tocar cualquier pieza musical además de los sones tradicionales.
El maestro Germán recorrió otras casas de la cultura en la región y el estado, llegando incluso a Tuxtepec, contó que enseñó los sones tradicionales, la mayoría heredados de Cenobio López Lena, en la Casa de la Cultura de Tehuantepec en donde aprendió otros sones que no sabía, como el son Beedxe’ (tigre).
Mán Pitero fue maestro eterno, enseñó dentro y fuera de las escuelas, enseñó a sus aprendices que le ayudaban en las tocadas en las procesiones, en los mítines, en las dejadas de baúl, despedidas de soltero, convites, regadas de frutas, calendas, convivios, labradas de cera, de éste último deviene el nombre de su música o de la flauta, por la bebida que se degusta en esta ceremonia “nisiaba ne bupu” (atole y espuma).
Contaba que su primer maestro fue su padrastro, Ninu Beñe’, quién tocaba magníficamente la flauta, de niño lo escuchaba solazado cuando el sonido de la flauta hería la soledad del bosque, él le enseñó a tocar la flauta, además de aprender de otros maestros.
Cuando el alumno tenía que memorizar todos los sones, que antiguamente tenían un orden de ejecucuón, que describían desde la fauna local, hasta personajes, hechos, solicitudes, en algunas tenía que cantar, como cuando los músicos pedían el alimento a sus anfitriones en la labradas de cera con “Nisi riga nu barriga”.
Este son que fue grabado por René Villanueva como integrante del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), además fundador de Los Folkloristas, ejecutado y cantado por Hebert Rasgado, tal vez la primera vez que se grababa al trovador juchiteco con voz adolescente, pero también al maestro Germán.
De los contados sones cantados por los piteros, la corta letra de la pieza, tiene reminiscencias antiguas, míticas, pues disfrazado de un son para pedir de comer, en ella se canta al “bere ngola” (guajolote) nombre de un cerro sagrado de los zapotecos que se puede ver desde Juchitán, según el historiador Víctor de Cruz, una de las representaciones del dios mesoamericano Tezcatlipoca.
Según la mitología griega, la flauta es el instrumento que identifica a Baco, el dios del vino, quizá por eso el maestro pitero se perdía por largas jornadas en busca del vino, para regresar al trabajo elaborando además de flautas y tambores, hamacas y redes en su casa ubicada en el Panteón Viejo.
Pero su principal oficio fue la ejecución de la flauta que tocaba con maestría, además de los viejos sones, tocaba música tropical. Ayudado por sus alumnos, se adaptó a la modernidad, cumplía con los encargos de amenizar en fiestas y convivios, adaptando bocinas transportables e incluso, cuando la tocada era en zonas sin luz eléctrica llevaba su fuente de energía consigo para alimentar a las bocinas.
Su voz y su música han quedado para la posteridad, cuando fueron grabados en varios discos como “Sones zapotecos de Juchitán” encabezando al grupo Binniguenda y editado por Instituto Politécnico nacional (UPN); y “Flauta Indígena Mexicana”, todas grabadas por René Villanueva.
Sencillo, levemente encorvado, ya sea con el tambor a la espalda y con la flauta en la mano, enfundada la gorra de béisbol, siempre sonriente, pareciera un paisano cualquiera sino fuera el responsable de la persistencia de la ejecución de la flauta en cientos de niños y jóvenes en todo el istmo, además de salvar del olvido los antiguos sones.
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